Durante décadas, el mercado nacional ha ofrecido eficiencia y tecnología. Pero, a decir verdad, Brasil no tiene una fuerza propia capaz de aportar más valor y hacer que la cerámica nacional se destaque en el mundo. Tiene dos.
Brasil es una potencia de la naturaleza. Tiene en sí misma la mayor fuente de inteligencia e inspiración para el diseño del planeta. Las texturas más impresionantes. Los diseños más increíbles. Las combinaciones de colores más deslumbrantes. Y eso no es todo. Brasil es dueño de una energía creativa multicultural, que encanta y sorprende. Los brasileños tienen esa capacidad de estar abiertos a todas las influencias, de mezclarse y transformarse. Y luego devolverlo al mundo de una forma nueva, rica y única.
Así es como la cerámica brasileña puede definir su espacio. Y, por qué no, atreverse a reposicionar las placas tectónicas en el mundo de la cerámica. Uniendo la inspiración de la naturaleza más rica con la frescura de la creatividad más libre. No hay nada más brasileño. Y no hay nada que el mundo desee más.